La última venganza del existencialista
Foto: Laura González/ Plaza Bolívar de Chacao, Caracas, 2010
Pronto, más pronto que tarde, recibirás la implacable embestida del taxista del infierno, el chofer del diablo. En su vehículo rojo, arremeterá contra tu cuerpo enclenque, frágil y cansado de trajinar. Resultado de la embestida del vehículo más caliente del mundo, el taxi infernal, llegarás a casa con quemaduras de tercer grado que arden y hacen que se caiga la piel, desde la zona lumbar hasta la pelvis. El hueso, fracturado, terminará siendo usado como instrumento para la tortura de futuras víctimas, una vez arrancado de tus caderas. Tus caderas que no podrán cargar con toda la humanidad que destinaron los hombres para que las mujeres cargaran. Ya, sin caderas, sin humanidad y sin piel desde los riñones hasta el ombligo, en semicircunferencia, decides parar tu trajinar y volver tu cara. Ves con aturdimiento que, no sólo no tienes caderas, sino que tu cabeza flota sobre ti, sin encaje alguno dentro de otra carne. Te miras y lloras y te preguntas en qué momento sucedió la terrible e injusta realidad y por qué la conciencia de saberte, hace que tu cabeza flote como globito inflado de helio. Ruegas entonces por que alguien pinche el globito.
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